Ramon Chehade 150416

Artículo elaborado por el Dr. Ramón Chehade Herrera, publicado en Diario Gestión el 15 de Abril de 2016.

 

 

¿Por qué habitualmente los peruanos vemos con anhelo y admiración el desarrollo urbano alcanzado por otras ciudades del planeta y no hacemos nada por iniciar el cambio en las nuestras?

 

Si bien en el urbanismo no está todo dicho, los distintos problemas urbanos que colocan a Lima en el sótano de los rankings mundiales de competitividad, son cuestiones que otros países han afrontado con la dedicación y profundidad requerida para alcanzar una solución que puede no ser la mejor, pero se ha tomado acción respecto a ellos. 

 

Y es que otros países comprendieron rápidamente que la ciudad es el espacio natural donde el ser humano busca desarrollarse y alcanzar sus distintas metas, donde las empresas y empresarios encuentran, realizan o multiplican sus oportunidades. Así, advirtieron que una ciudad se hace ineficiente si tiene una pobre planificación (pues no contribuye al progreso y desarrollo de sus habitantes), que el ciudadano mide la distancia de sus recorridos en tiempo (no en kilómetros), que el desarrollo predio a predio no genera ciudad (la devasta lentamente), entendieron que los espacios públicos de calidad irradian valor a las propiedades vecinas y a la ciudad en su conjunto, que la forma de transporte menos eficiente es el automóvil, que la zonifi cación mixta genera

ciudad, y que calles con veredas activas a toda hora del día producen, entre otros benefi cios, seguridad urbana.

 

Las herramientas que han permitido a las ciudades modernas enrumbar hacia el desarrollo urbano sostenible, descansan en sólidos principios jurídicos que les sirven de soporte y que principalmente

son: i) Reconocer constitucionalmente la función social de la propiedad privada, ii) Normar la distribución equitativa de las cargas y beneficios derivados del desarrollo a fin de que todos los actores involucrados soporten proporcionalmente los deberes y derechos que nacen de la ocupación del suelo, iii) Asignar rango de ley a los planes urbanos confi gurándolos como verdaderos elementos rectores de la planifi cación, colocándolos muy por encima del gobierno municipal de turno, iv) Consolidar la primacía del interés público sobre el interés particular, v) Reconocer que la gestión del suelo y su edifi cabilidad es un detonante de oportunidades y que la propiedad predial no se entiende ya necesariamente asociada a un suelo específico, único e inamovible, pasándose a manejar nuevos conceptos  jurídicos que igualmente garantizan el pleno respeto al derecho de propiedad (expresado hoy en día como aprovechamiento), vi) Permitir a las municipalidades participar en la captura de plusvalías que genera su acción y potestad urbanística, capitalizando así nuevos ingresos en favor de la ciudad. 

 

Si bien los cuatro primeros principios ya se encuentran recogidos en nuestra legislación, su aplicación es casi imperceptible o nula por carecer de un desarrollo reglamentario que permita su plena aplicación en la generación de ciudad.

 

Mientras esos principios no se desarrollen y apliquen cabalmente, y las municipalidades y demás actores del escenario urbano no decidan remangarse la camisa y trabajar coordinadamente en esa dirección, Lima seguirá siendo una ciudad sin norte, irracional e ineficiente. Lima sigue esperando su momento para salir de la oscuridad urbana, dejar atrás iniciativas aisladas y acciones cortoplacistas, para comenzar a transitar por la senda del verdadero desarrollo urbano sostenible y convertirse en una ciudad generadora de oportunidades para su población.

 

 

Fuente: Diario Gestión

 

 

Ramon Chehade 150416

Ant Flujogramas de procedimiento de cambio de zonificación.

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Urb. Chacarilla Del Estanque San Borja.

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